Hola Familia! Hoy es el día internacional del Autismo, y quería hablar en esta entrada, como es vivir con un adolescente autista, más concretamente asperger. Con las dificultades, no solo de su percepción del mundo, sino, como adolescente con las hormonas revueltas.
Podría empezar de miles de maneras, pero creo que lo más acertado es decir que mi vida es como una montaña rusa de emociones, no solo las mías, sino, también las de mi adolescente. Esto es como si la montaña rusa a la que montas, sea la más alta del mundo, con miles de loopings, pues igual me siento la mayoría de veces.
Si ya de por sí, lidiar con un adolescente es complicado, pues si le añadimos otras cosas, es como tener al lado una bomba de relojería con el temporizador estropeado, es decir, que no sabes cuando va a explotar.
Dentro del espectro autista, hay varios grados, y varios tipos. Y dentro de esos tipos, hay muchas personalidades, porque hay que tener en cuenta algo muy importante, no hay dos autistas iguales, aunque el diagnóstico sea el mismo. La personalidad del niño/a también hay que tenerla en cuenta. Nosotros recibimos el diagnóstico de Tea Grado 1, y dentro de este "pequeño" grado, entonces nos dijeron que era Asperger. Con tan solo 5 años que tenía mi hijo. Tenía un carácter tranquilo, pero cuando le daba una crisis, su transformación era brutal, sus rabietas podían durar fácilmente las 4 horas. No toleraba nada los cambios de rutinas, lidiamos con manías incomprensibles, para nosotros, claro, para él era lo más normal del mundo. Sensibilidad en la piel por la ropa, comida, ruidos, luces, gente, celos a su hermano... que os voy a decir. Con el paso de los años la cosa se fue "relajando" y si, lo pongo entre comillas porque dábamos pasos hacia delante y hacia atrás, pero por suerte, las rabietas fueron acortándose tanto en intensidad como en tiempo.
Ahora miro hacia atrás, y estoy muy orgullosa de todo lo que he conseguido como madre. Cuantas noches sin dormir, cuantos llantos en silencio, cuantos porqués sin responder, cuantas llamadas de número largo (del colegio) que me alteraban el sistema nervioso para todo el día. Pero hoy, estoy super orgullosa de mi chico, un mini adolescente con las hormonas en plena efervescencia, a lo que también añadimos, en algunas áreas, altas capacidades. Ahora, lidiamos con las cosas típicas de adolescentes pero de forma más intensa y con cambios bruscos en sus emociones.
Ahora ya me he hecho una experta, ya no me dan miedo los desafíos de cambios de rutina o de planes. Ni me tiemblan hasta las pestañas si se me olvida quitarle una etiqueta a una prenda. Ni tampoco me asusta cambiar el menú y ponerle algo nuevo que nunca ha comido. Ahora sé lidiar con él, negociar, y es mucho más tolerante y flexible, y nosotros también. Todavía estamos trabajando las habilidades sociales, eso aún es un hueso duro de roer. Ahí es menos flexible. Le incomoda estar con gente que no conoce o conoce poco, y punto.
Es un grandísimo aprendizaje pasar por un desafío así. Siempre le estaré agradecida por enseñarme tanto, enseñarme que amar, es algo incondicional. Y que luchar y pelear por sus derechos, también es un acto de amor. Porque no, la sociedad no lo pone fácil, y he aprendido de leyes, de estatutos, de psicología y de muchas cosas que ni me hubiera imaginado.
A las familias que estáis pasando por un desafío así, sois muy valientes, os mando mucho ánimo. Ellos/as nos enseñan a amar sin pedir nada a cambio.
Recibir el diagnóstico es duro, por desconocimiento y tener que salir de golpe de una zona de confort conocida. Yo he tenido muchas batallas a lo largo de su etapa en primaria. Hasta que me di cuenta que simplemente debía aceptarlo. Entonces, las cosas empezaron a mejorar, para él, para su hermano, su relación entre ellos, y para nosotros como familia.
Ahora estamos en la etapa de secundaria, Asperger más Adolescencia (con la A mayúscula de lo grande que lo veo 😁), y si a eso le añades que en su caso, su cerebro está más maduro y desarrollado para su edad, pues es también difícil, porque es como un niño, un mini adolescente pero con conversaciones y crisis de adultos. Me fascina ver su forma de ver el mundo tan diferente a la nuestra, desde un punto de vista adulto, aunque con sus cosas de niño.
Para mí, es una gran experiencia que agradezco todos los días por vivirla a su lado. Amo a mi hijo por encima de todas las "etiquetas", informes y diagnósticos. Con sus pros y sus contras. Porque él es único.
Ánimo familias!
Espero que os haya podido servir mi experiencia, sobre todo a aquellas familias que prácticamente acabáis de recibir el diagnóstico. El camino es largo, difícil y lleno de obstáculos, no os voy a mentir, pero es muy gratificante el amor que ellos/as desprenden, la comprensión y la empatía hacia ellos/as que nosotras como madres, y todos como familia, aprendemos a darnos los unos a los otros a lo largo de ese camino.
Que disfrutéis mucho de la vida!